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Aplacamos el rencor grande
    y todavía queda rencor de sobra.
¿Cómo puede ser eso bueno?

Por eso el llamado se mantiene en su deber
  y no essige nada de otros.

Por eso:
  Quien tiene vida,
    se atiene a su deber,
  quien no tiene vida,
    se atiene a sus derechos.



En el primer párrafo parece que pudiera hablar el sentido en contra de las recetas, las terapias, las doctrinas y lo que sea, que tanto circulan para aplacar los odios, las venganzas, los malos pensamientos, las obsesiones, etc. Son recetas muy del gusto del poder. Se puede glosar el párrafo así: Después de tantos tratamientos, terapias, medicinas, bajas por depresión en los trabajos; de tantos miles y miles de sicólogos, vigilantes sociales, reestructuradores de familias desestructuradas, cientos de miles de profesores-vigilantes y jueces de niños, millones de juicios para que las parejas que se rompan sigan eternamente unidas (por el Dinero, por la posesión de los hijos, por la posesión del piso); después de tantos intentos de querer tener una vida de las que dicen felices; de no estar encerrados; de buscar grupos de amigos o actividades organizadas; después de todo eso contra la miseria (la miseria de verdad, no la del hambre y el frío que todavía predica la tele mintiendo), después de eso, todavía hay miseria de sobra. ¿Cómo puede ser eso bueno? ¿Se ataca la miseria de la Felicidad con toda esa rueda de soluciones, o es esa rueda de soluciones lo que trae la miseria?

Y en lo que sigue al primer párrafo, parece que se contrapone 'deber' a 'derecho', como si las dos cosas no fueran la misma: las dos vienen del Señor. Podría decirse más bien:
  Quien no tiene vida,
    se atiene a su deber,
    a su cometido,
    a sus derechos.