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Lo que aún está en calma,
    se deja fácilmente apresar.
Lo que aún no se ha presentado,
    se deja pensar fácilmente.
Lo que aún es pequeño,
    se deja fácilmente dispersar.

Se debe actuar 
    sobre lo que todavía no esta ahí.
Se debe ordenar aquello
    que todavía no está embrollado.

Un árbol de una vara de perímetro
    nace de un tallito delgadísimo.
Una torre de nueve pisos
    nace de un montoncillo de tierra.
Un viaje de mil millas de largo
    empieza ante tus pies.

Quien actúa,
    lo estropea.
Quien retiene,
    lo pierde.

Así también el llamado:
  No actúa,
      así no estropea nada.
  No retiene,
      así no pierde nada.

La gente va a sus asuntos y siempre, cuando casi están listos,
    entonces los estropea.
Tomamos en realidad el fin como principio.

Así también el llamado:
  Desea la liberación de los deseos.
  No tiene aprecio por los bienes logrados.
  Enseña el no-enseñar.
  Se gira hacia aquello que la mayoría pasa por alto.
De esta forma
  favorece el curso natural de las cosas
  y no se atreve a actuar.



Los primeros párrafos siguen con el mismo intento de la parte interpolada contra el sentido del trozo 63, el de recomendar la previsión y la prudencia, si bien las simples descripciones de cómo funciona la Realidad pudieran por sí mismas valer (sin añadir el consejo de qué y cómo hay que ordenar las cosas).

Quizá el parrafito de después ("Quien actúa, lo estropea. Quien retiene, lo pierde") sea algo así como el núcleo original que ha sufrido las glosas antes y después para intentar esplicarlo y asimilarlo.

Después, parece que van mezcladas cosas muy distintas: Como siempre, el propio hecho de hablar de lo que hace o cómo es el sabio, va ya contra el sentido, y las advertencias de que hay que fijarse en lo pequeño o raro o en lo que no se fija la mayoría, siempre parece que dan algo que sospechar.

Igual se puede decir del contrasentido de "favorecer el curso natural de las cosas", donde no se acepta la simpleza de no hacer nada, y donde continúa con fuerza la idea de cuidar, "favorecer", proteger las cosas.

Y, sin embargo, a pesar de todo esto, salen cosas que parecen tocar directamente el corazón, quizá favorecidas por el trasiego de traducciones y casualidades de las lenguas, como es la afortunada "liberación de los deseos", de la que hablamos en el capítulo 37.