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La más alta bondad es como el agua.
La bondad del agua es que la usan todos los seres sin lucha.
Se queda en sitios que desprecian todos los hombres.
Por eso está cerca del sentido.

Al pensar, la bondad se manifiesta en lo profundo.
Al ossequiar, la bondad se manifiesta en el amor. 
Al hablar, la bondad se manifiesta en la verdad.
Al gobernar, la bondad se manifiesta en el orden.
Al actuar, la bondad se manifiesta en poder.
Al moverse, la bondad se manifiesta en si es en el tiempo justo.

Quien no se afirma así mismo, 
    justamente por ello queda libre de reproches.



Todo el trozo habla de lo bueno. Dice qué es bueno: en el pensar, en dónde hay que vivir, en gobernar. Es un cúmulo de sabiduría. Contra él, el capitulito 2 dice "Si en la tierra todos reconocen lo bueno como bueno, entonces queda establecido lo no-bueno".

El trozo del principio, sin embargo, parece que sí puede traer una imagen con gracia, al darse cuenta de que el agua es buena muestra de lo que hay sin fin, que no hace falta lucha: Vida hay más y más, de sobra y de sobra, en contra de lo que predica el Dinero todos los días: Predica la escasez, el frío, el hambre y, en nombre de todo eso, predica la seriedad, la responsabilidad, el trabajo. Tanto se dedica a ello, que hace que esta misma imagen del agua quede inservible, porque el Dinero predica sin parar que el agua misma es escasa y que, por tanto, tiene que controlarla también él. ¡Qué disparate! ¡El agua, escasa!