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Quien está de puntillas, 
    no está firme.

Quien camina a lo espatarrao, pavoneándose,
    no avanza.

Quien echa brillos sobre sí, 
    no se ilumina.
                            
Quien quiere ser alguien,
    no se vuelve señorial e ilustre.

Quien se jacta de sí mismo,
    no lleva a cabo obras.

Quien se ensalza a sí mismo,
    no se eleva.

Ése es para el sentido como desperdicio de cocina y pústula.
Y también lo odian las criaturas todas.

Por ello: Quien tiene el sentido,
    no se queda en eso.



Parece que pueden valer los avisos -las negaciones- de este trozo sobre el engaño de dedicarse a la persona de uno: En particular, el engaño de querer subir uno. Es un aviso que entre las gentes es más o menos normal: no alabarse uno o las cosas de uno (porque es algo vergonzoso). Bien en contraste con lo que desde arriba recomiendan y practican sin parar: no hay más que ver como los países, estados, corporaciones, universidades y demás estamentos de los formados, de los que saben, de los cultos, de los organizadores, practican eso de la "publicidad", que no es más que hablar bien de sí mismos, ensalzarse a sí mismos. Esto lo hacen los cultos y los formados contra el sentido común de vergüenza que está entre las gentes, entre los no formados. El Dinero -y cualquiera que haga de su representante en un momento dado- habla a favor del honor, del orgullo, del ésito, de la fuerza para ganar, de la patria, de la dignidad incluso, que no son más que formas de ensalzarse a uno y lo de uno.

Las frases finales parecen glosas contra el sentido, sobre todo la última que dice que alguien lo puede tener.